En un mundo totalmente desprovisto de estilo (y no como resultado de una ascesis radical, como es el caso de ciertas experiencias de vanguardia, sino por la brutalidad de las relaciones sociales y el triunfo irrestricto del cálculo económico), no es extraño que el cine (la patria, por así decirlo, del gesto y del estilo, es decir de la política) esté muerto desde hace varias décadas.
De modo que “los ejercicios de estilo” que la pantalla todavía puede regalarnos deben evaluarse como raras joyas, una persistencia fuera de lugar y de tiempo (no otra cosa son el estilo y la política).
Pienso, sobre todo, en las dificultades con las que las estrellas de cine (esas “formas de vida” ya tan arcaicas) deben encontrarse hoy para diseñar una carrera. Y en particular, jóvenes actrices como Kristen Stewart (21) y Dakota Fanning (17), que han estelarizado The Runaways (2010), dirigida por Floria Sigismondi, cuyo tema no es el rock, ni la sexualidad, ni la cultura industrial sino, precisamente, el estilo en el momento en que comenzaba a desaparecer para siempre junto con las hipótesis revolucionarias (la década del setenta).
Es la historia de una banda (¿la primera?) de rock-punk femenina, fundada por Joan Jett (productora del film, desempeñada por Kristen) y en la que Dakota, en la piel de Cherie Currie (autora del libro en el que está basada la cinta), canta. Sí, Miss. Fanning, que ya había bailado en otros filmes, ahora canta (¿por qué habría de privarse de algún, de cualquier, experimento?).
Dakota, en fin, es lo de siempre: im-pre-sio-nan-te. En The Runaways se muestra en un precario equilibrio entre Madonna (la Madonna de los noventa, y por eso elige cantar Fever para la audición de la banda) y Goldie Hawn, hacia lo que irremediablemente tiende.
Ha hecho bien en aceptar este papel de una chica de 16 años tarada (white trash, se dice en EE.UU.), drogada hasta la indiferencia sexual (es decir, irremediablemente “reventada”), lo que le permite a Kristen desarrollar en relación con ella (me refiero, claro, a los personajes) los instintos lesbianos que había heredado de su madre ficcional, Jodie Foster, en Panic Room.
The Runaways no es una gran película (nunca lo son las películas sobre grupos de rock), pero es imposible no verla sin fascinación, porque debe de ser la primera película lesbiana totalmente mainstream (o la primera película mainstream totalmente lesbiana) y, sobre todo, porque se alza sobre las ruinas de Hollywood para proponer nuevos modelos de estrellato (Kristen y Dakota) y nuevas relaciones con el universo laboral que implican formas nuevas de identificación (sino la total supresión de los procesos de identificación primarios propios del antiguo régimen cinematográfico): de hecho, la pregunta por la “identificación” y los “modelos” para las audiencias es constante en la película.
¿Cuál ganará el Oscar, Kristen o Dakota? Kristen no está nada mal en su papel de lesbiana barullenta, pero yo apostaría mis fichas a Dakota, que es puro estilo.
perfil.com
De modo que “los ejercicios de estilo” que la pantalla todavía puede regalarnos deben evaluarse como raras joyas, una persistencia fuera de lugar y de tiempo (no otra cosa son el estilo y la política).
Pienso, sobre todo, en las dificultades con las que las estrellas de cine (esas “formas de vida” ya tan arcaicas) deben encontrarse hoy para diseñar una carrera. Y en particular, jóvenes actrices como Kristen Stewart (21) y Dakota Fanning (17), que han estelarizado The Runaways (2010), dirigida por Floria Sigismondi, cuyo tema no es el rock, ni la sexualidad, ni la cultura industrial sino, precisamente, el estilo en el momento en que comenzaba a desaparecer para siempre junto con las hipótesis revolucionarias (la década del setenta).
Es la historia de una banda (¿la primera?) de rock-punk femenina, fundada por Joan Jett (productora del film, desempeñada por Kristen) y en la que Dakota, en la piel de Cherie Currie (autora del libro en el que está basada la cinta), canta. Sí, Miss. Fanning, que ya había bailado en otros filmes, ahora canta (¿por qué habría de privarse de algún, de cualquier, experimento?).
Dakota, en fin, es lo de siempre: im-pre-sio-nan-te. En The Runaways se muestra en un precario equilibrio entre Madonna (la Madonna de los noventa, y por eso elige cantar Fever para la audición de la banda) y Goldie Hawn, hacia lo que irremediablemente tiende.
Ha hecho bien en aceptar este papel de una chica de 16 años tarada (white trash, se dice en EE.UU.), drogada hasta la indiferencia sexual (es decir, irremediablemente “reventada”), lo que le permite a Kristen desarrollar en relación con ella (me refiero, claro, a los personajes) los instintos lesbianos que había heredado de su madre ficcional, Jodie Foster, en Panic Room.
The Runaways no es una gran película (nunca lo son las películas sobre grupos de rock), pero es imposible no verla sin fascinación, porque debe de ser la primera película lesbiana totalmente mainstream (o la primera película mainstream totalmente lesbiana) y, sobre todo, porque se alza sobre las ruinas de Hollywood para proponer nuevos modelos de estrellato (Kristen y Dakota) y nuevas relaciones con el universo laboral que implican formas nuevas de identificación (sino la total supresión de los procesos de identificación primarios propios del antiguo régimen cinematográfico): de hecho, la pregunta por la “identificación” y los “modelos” para las audiencias es constante en la película.
¿Cuál ganará el Oscar, Kristen o Dakota? Kristen no está nada mal en su papel de lesbiana barullenta, pero yo apostaría mis fichas a Dakota, que es puro estilo.
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fuente:diariotwilight
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